Retrato de una generación frustrada

Mi generación hace tiempo que debería haber sido adulta. La adultez en la generación anterior llegaba cumplida la mayoría de edad. La gente trabajaba o estudiaba, pero pronto abandonaban el hogar paterno en busca de su propia independencia, con o sin familia.

Llegamos tras el babyboom. Nos tocó formarnos hasta la extenuación de nuestras neuronas para acceder a un mercado laboral en crisis y con pocas o ninguna oportunidades laborales. No se nos brindó ayuda. Caímos en la trampa.

Conozco a pocas personas de mi edad que estén trabajando en el sector para el que se prepararon en la Universidad que, más allá de ser una fuente de saber y conocimiento general, debería orientarse más a la formación real para el mundo real. ¿Qué biólogo trabaja en biología? ¿Qué historiador trabaja en historia?

Hemos tenido que hacer másters para adaptarnos a la situación. Los que estaban por encima nuestro, nos pusieron mil zancadillas. Peligraba su sopa. Demasiado conocimiento, demasiadas ganas de hacer cosas nuevas, sabíamos idiomas. Estábamos preparados para la globalización. Pero se nos negó el sillón.

Tragamos. No nos quedaba más remedio. Algunos (bastantes) extendieron su formación hasta entrada la treintena, conviviendo con los padres por pereza y dejadez… Total, carrera, máster y dos idiomas para terminar de becaria submileurista en cualquier oficina…

Mientras se nos pasaba el arroz y muchos fuimos asumiendo que nuestro papel en este mundo estaba escrito, el mundo seguía girando y girando. Los que nos pusieron el techo bien bajo, en su afán acaparador, de nuevo rico, lograron hacer que cosas tan básicas como la vivienda nos fueran inasequibles.

Así, mientras nuestros padres, con un esfuerzo relativo, lograron un pequeño patrimonio, nosotros hemos visto cómo íbamos a terminar de pagar nuestras hipotecas después de la ¿jubilación?

No hemos tenido ayudas de emancipación. A éstas también hemos llegado tarde.

Mi generación se ha resignado. Podíamos haber luchado, porque somos muchos, pero se nos enseñó a callar, porque nunca se sabe…  se nos enseñó a acatar, porque tú no eres nadie… No nos han dejado ser los protagonistas de nuestra propia película, algunos, los que han tenido suerte (u otras cosas), son los cámaras o los maquilladores, pero nunca directores, guionistas o actores… no vaya a ser.

Ahora, los siguientes, la «generación Y«, ya han empezado a salir de la universidad. Están tan preparados como nosotros y suelen tener experiencia laboral. Han tenido la suerte de vivir un momento de expansión económica que les permitió estudiar y hacer pequeños trabajos a la vez, cogiendo experiencia (incluso vital). También hablan idiomas. También han hecho másters.

La diferencia es que, parece, ellos no se conforman, como nos pasó a nosotros. Han visto lo que no quieren y saben lo que quieren. Y luchan por ello. Los que nos pusieron zancadillas a nosotros, a ellos se lo ponen más fácil. Ya no son el enemigo. Son demasiado jóvenes para hacer peligrar sus viejos butacones.

Es noticia que se emancipen antes que nosotros. No me molesta que lo hagan: es lo que les toca. Me molesta que a los míos se nos tache de mil cosas, algunas con razón, pero que nadie, nadie, reconozca que pese a todo, somos los que menos oportunidades hemos tenido, de ahí la insolidaridad, el individualismo y otras pandemias fruto de la frustración más absoluta. 

Somos una generación frustrada. La más numerosa y la más preparada que ha tenido nunca este país.

  4 comments for “Retrato de una generación frustrada

  1. 7 octubre 2008 at 19:20

    Hola Maripuchi,

    Bueno yo estoy en la frontera, del 79. Pero si es verdad que toda generación acarrea los latres de la generación anterior y a su vez crea otros peor. Ahora: La falta de educación, de respeto, de poco esfuerzo, de éxito rápido y fácil alimentada por su generación anterior, especulación y «milagro Español», no quiero estar en ninguna de las dos.

  2. 7 octubre 2008 at 9:51

    El único problema que arrastra nuestra generación es la masa generada, arrastramos la competencia por el exceso de gente, los problemas de acceso a la universidad por el exceso de gente, la competencia laboral por el exceso de gente, los problemas de acceso a guarderias de nuestros hijos por el exceso de gente, la falta de becas, el problema de acceso a la vivienda por el exceso de gente, los problemas de los sueldos por el exceso de gente preparada y después vendrán los problemas de jubilación, etc… Es un problema de inversión de la pirámide generacional y un claro problema de mala gestión política. Consecuencia: somos una generación fuerte, luchadora, y altamente competetiva por más que nos valga para poco. No me siento frustrado, ni mucho menos, mirando atrás nuestros padres tenían mucho menos con mucho más esfuerzo. Quizás lo consiguieron antes si, pero quizás se dejaron más por el camino.

  3. jc
    6 octubre 2008 at 16:32

    Efectivamente, Maripuchi. Estoy totalmente de acuerdo contigo (soy también un baby boomer, de julio de 1968, concretamente).

    No hace mucho tiempo leía en algún sitio que eramos la generación del «huevo perdido», porque cuando eramos niños, nos decían que «cuando seas padre comerás huevos». Ahora que somos nosotros los padres, los huevos se los comen nuestros hijos.

    Es triste pero es así. Nos ha tocado «apencar» con los contratos basura, la inestabilidad laboral, el «decretazo», la reconversión industrial cuando debíamos haber comenzado a trabajar …

    No obstante, creo que no somos una generación frustrada. Sí jodida, pero no frustrada. Creo que nuestra experiencia nos permitirá darles a nuestros hijos algunas de las cosas que nosotros no hemos podido disfrutar.

    Al menos yo tengo claro que, bajo ningún concepto, presionaré a ninguna de mis hijas para que haga estudios universitarios.

    En nuestra época, dejar la Universidad y matricularse en FP se convertía en una tragedia familiar (lo viví en mis propias carnes) Sin embargo a día de hoy mi familia ha aceptado que tomé la decisión correcta. Soy uno de esos afortunados que, quizá por no ser licenciado universitario, llevo casi 18 años trabajando en aquello para lo que me formé. Así que creo, o espero, al menos, que nosotros de todo esto hayamos aprendido a no cometer los mismos errores con nuestros hijos.

    Tal vez nuestra «jodienda», si se me permite la expresión, haya servido para que las futuras generaciones no sufran lo mismo que nosotros.

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