Ha pasado

Ser terca tiene miles de inconvenientes. El principal es la gran frustración que se genera y que se tiene que canalizar de una u otra manera, lo que deviene en malas leches que hay que saber gestionar.
Ya me lo decía mi abuela: «vas a sufrir más en la vida…»
Mi abuela no se equivocaba demasiado. Este sufrimiento también es fruto de otras características personales: además de terca soy extremadamente apasionada y no suelo tener medias tintas. Si estoy con algo o alguien, es al 100%, ya sea en el trabajo, en la amistad o en cualquiera de los mil y un proyectos que tengo entre manos.
Si me propongo una meta es complicado que no la alcance. Al menos en lo que de mí depende, claro.
Pero por el camino, voy agonizando…

 

A estos atributos personales tan míos, le podemos sumar, a estas alturas, una nada desdeñable experiencia vital. Es lo que tiene: cuando uno vive las cosas al 100%, pasa por ellas y no suele dejar que ellas pasen por uno. De todo lo vivido se aprende, de todo…
 
Esta experiencia, como vengo contando en los últimos meses, te hace más sabia. Y si hay dos cosas que llevo tatuadas a fuego, fruto de lo vivido, es que el mañana no existe y que lo que de verdad importa está ahí.
 
Ahora me voy a cumplir un sueño… un poco tarde llego, pero el sueño ahí sigue y como una campeona, haciendo gala de mi terquedad, allá que me voy. Y… me voy a cumplirlo en compañía, porque, gracias de nuevo a la cabezonería, el sueño viene con esteroides. Lo he conseguido, «por necia», que diría mi madre…
 
¡Feliz verano, gente!
 

 
La foto es de `James Wheeler via photopin cc.

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